Se acerca una de las noches más tenebrosas y mágicas del año: el 31 de octubre, el Samaín. Desde Amarelante os contamos un poco de esta tradición que en los últimos años se está recuperando. ¿Sabías que en la época de los celtas marcaba el final de la cosecha y el inicio de un nuevo año?
En los últimos años, la costumbre estadounidense del Halloween se está extendiendo a toda velocidad por nuestro país y, en contrapartida, estamos asistiendo a un renacer de las tradiciones asociadas a esta fecha en Galicia, con un esfuerzo por recuperar incluso algunas actividades olvidadas durante decenios.
Para empezar, el nombre de la festividad en gallego es Samaín, que viene directamente del celta, de donde también vienen la mayoría de las tradiciones.
Hace milenios, cuando los celtas poblaban nuestra tierra, el Samaín marcaba el final de la cosecha y, al mismo tiempo, el principio del nuevo año. Era una noche mágica, llena de ritos y supersticiones. Se creía que los difuntos podían visitar el mundo de los vivos y era habitual dejarles ofrendas en forma de comida y encender el fuego para que se calentasen.
Por otro lado, también era una noche en la que abundaban todo tipo de criaturas, algunas no muy agradables de recibir (como los trasgos), por lo que para intentar confundirlas y evitar su visita, se dejaban nabos tallados con una brasa dentro a modo de farol.
Mucho más tarde, cuando los europeos trajeron las calabazas de América, empezaron a utilizarse estas en lugar de los nabos.
Con la llegada del cristianismo, los ritos paganos fueron confundiéndose con los impuestos por la Iglesia, que nunca consiguió eliminar completamente las tradiciones de esta festividad.
Samaín y magosto
El magosto es una fecha íntimamente ligada al Samaín. Pensad en lo que hacen los niños: se tiznan la cara con el carbón y juegan al escondite. ¿No será esto una forma de burlar a los trasgos? En algunas partes de Galicia existe la costumbre de los “zonchos”, collares hechos con castañas para la celebración de los Difuntos. En todo caso, en el Samaín no deben faltar unas buenas castañas como las de Amarelante.
En Manzaneda, en la parroquia de San Martiño, la noche del 31 de octubre se celebra la “Castronada”. Hasta hace bien pocos años se conocía también como la noche de los carros, ya que después de reunirse para cenar un cordero o un cabrito, los mozos sacaban los carros de los veciños a la calle para hacerlos sonar o para cambiarlos de sitio. También llevaban a cabo otro tipo de trastadas, siempre con el visto bueno de los vecinos. ¿No os recuerda esto en cierto modo al “truco o trato” yanqui?